Cañas y Barro: 137

21/10/2009 1.014 Palabras

none Pág. 137 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez El cazador, satisfecho de su hazaña, volvió a ocultarse tras la cortina de carrizos, seguro de que se bastaba él solo para acabar con los pájaros del lago. Toda la mañana la pasó disparando, sintiendo cada vez con más intensidad la embriaguez de la pólvora, el placer de la destrucción. Tiraba y tiraba sin fijarse en distancias, saludando con la escopeta a todos los pájaros que pasaban ante su vista, aunque volasen cerca de las nubes. ¡Cristo! ¡Sí que era divertido aquello! Y en estas descargas a ciegas, alguna vez tocaba su plomo a infelices pájaros, que caían por obra de la fatalidad víctima de una mano torpe, después de haber escapado ilesos de los cazadores más hábiles. Mientras tanto, Sangonera permanecía invisible en el fondo de la barca. ¡Qué día, redéu! El arzobispo de Valencia no estaría mejor en su palacio que él en el barquito, sentado sobre la paja, con una pataca de pan en...

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