III. Los jóvenes hegelianos
Jenny, su mujer En 1837, Karl Marx había pedido la mano de Jenny von Westphalen. Este acontecimiento espantó a toda la familia de la joven, perteneciente a una de las familias más aristocráticas, y no poco también a su propio padre que consideraba a su hijo como una real incertidumbre para una joven como Jenny. En una de sus innumerables cartas a Karl le dice: «He hablado con Jenny y hubiera deseado poderla tranquilizar sobre todo… Ella no sabe cómo sus padres juzgarán vuestro amor. El juicio de los padres y del mundo no es cosa para olvidar» —recuerda el viejo Marx en su estilo profético y mesurado— y prosigue: «Jenny te hace donación de un inestimable sacrificio… ¡Ay de ti, si en el curso de tu vida lo olvidas…!» sentencia en uno de los párrafos.
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