XI. «El retorno de Tomás»
Reconocimiento universal Pero hemos de afirmar que el reconocimiento de Santo Tomás como primer maestro del pensamiento cristiano fue casi unánime. Se le llamó pronto Doctor común, Doctor universal. Desde el siglo XV se le llamó el Doctor Angélico. «En todo tiempo fue saludado como el águila del ingenio, el sol de la inteligencia y el ángel de las escuelas católicas.» Este testimonio universal es reconocido por las universidades, maestros y pensadores contemporáneos y posteriores a Tomás de Aquino. Y recibe el refrendo oficial de la Iglesia católica. En primer lugar reconoce su santidad y bondad de vida, canonizándole en 1323. La influencia de su pensamiento en la teología mueve a la Iglesia a declararlo Doctor de la Iglesia Universal (1567). Se le llama «luz clarísima de la Iglesia». «Su doctrina es regla ciertísima de la fe cristiana, con que iluminó a la Iglesia apostólica, refutando infinidad de errores.» En la segunda mitad del siglo XIX asistimos a un renacimiento de la escolástica y del tomismo en general. El Papa León XIII le declara patrón de todas las escuelas católicas en 1880. Al impulsar la renovación de una filosofía sana y vigorosa, pone a Santo Tomás como fundamento y modelo. Así surgiría el neoescolasticismo como un intento de presentar al mundo de hoy la validez y la perennidad de la filosofía escolástica, sobre todo en su principal representante. Los testimonios a favor de Santo Tomás y de su doctrina se multiplican, sobre todo en los últimos papas. Llenaríamos infinidad de páginas si quisiéramos traerlos aquí todos. Recordemos solamente el reconocimiento del Concilio Vaticano II, quien en los decretos sobre la educación del clero y educación cristiana lo propone como modelo. ¿En qué se basa este reconocimiento de Santo Tomás como maestro y doctor universal de la Iglesia? Sin duda, en la misma doctrina y en el modelo de hombre científico y hombre cristiano que presenta el Doctor Angélico. Lo ha resumido magistralmente Pablo VI en la carta «Culmen Ecclesiae», publicada con motivo del VII centenario de la muerte del Aquinatense: 1. Recordaremos ante todo el realismo gnoseológico y ontológico, que es la característica primera y principal de la filosofía de Santo Tomás. Podemos definirlo también como realismo crítico, pues estando vinculado a la percepción sensible y, por tanto, a la objetividad de las cosas, proporciona el sentido verdadero y positivo del ser. 2. El pensamiento de Santo Tomás se puede definir como una filosofía del ser, considerado tanto en su valor universal como en sus condiciones existenciales… A partir de esta filosofía, el Aquinatense se remonta a la teología del Ser divino, cual subsiste en sí mismo y cual se revela en su palabra y en los eventos de la economía de la salvación, especialmente en la economía de la salvación. 3. Una filosofía y una teología de esta índole son posibles gracias al reconocimiento de la capacidad cognoscitiva del entendimiento humano, fundamentalmente sano y dotado de un cierto gusto del ser… Santo Tomás, como filósofo y teólogo cristiano, descubre en todos y cada uno de los seres una participación del ser absoluto que crea, sostiene y con su dinamismo mueve ex alto todo el universo creado, toda vida, cada pensamiento y cada acto de fe. 4. Otra razón de la importancia y del valor perenne del pensamiento de Santo Tomás estriba en que no pretendió construir un sistema de pensamiento encerrado en sí mismo, sino que elaboró una doctrina susceptible de enriquecimiento y progreso continuos… Lo que él hizo asimilando los frutos de las filosofías antiguas y medievales… puede repetirse siempre con relación a cualquier dato verdaderamente válido ofrecido tanto por la Filosofía como por la Ciencia, aún la más avanzada. 5. A pesar de las limitaciones que la Iglesia advierte en la filosofía de Santo Tomás, advierte que no todas las teorías filosóficas y científicas pueden reclamar por igual un sitio dentro de la visión cristiana del mundo o pretender ser consideradas plenamente cristianas. En realidad, ni siquiera los filósofos de la antigüedad, entre ellos Aristóteles, su preferido, fueron aprobados en este sentido, o aceptados íntegra y acríticamente por Santo Tomás. Con relación a ellos, el Aquinate adoptó criterios que siguen siendo válidos para discernir la aceptabilidad cristiana del pensamiento filosófico y científico actual. 6. El método seguido por Santo Tomás en este trabajo de confrontación y asimilación puede servir también de ejemplo a los estudiosos de nuestro tiempo. Se sabe que entabla con todos los pensadores del pasado y de su tiempo —cristianos y no cristianos— una especie de diálogo intelectual… «Por este camino Santo Tomás llegó a una síntesis grandiosa y armónica del pensamiento, de valor verdaderamente universal, en virtud de la cual es maestro también en nuestro tiempo.»
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